La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria cuyo síntoma principal es la presencia de una considerable pérdida de peso que llega a menudo a un estado de grave desnutrición originada por la propia paciente a través del mantenimiento de una dieta alimentaria y rigurosa que se acompaña frecuentemente por conductas encaminadas a la pérdida de peso tales como la autoprotección del vómito, el uso o el abuso de laxantes o diuréticos, el ejercicio físico intenso, además del miedo morboso a engordar. La característica psicopatológica fundamental que subyace tras la anorexia nerviosa es la existencia de una distorsión de la imagen corporal consistente en que el paciente continúa viéndose gordo a pesar de que pueda estar en un estado de extrema delgadez y, es la existencia de este síntoma, el que mantiene las actitudes anómalas hacia la ingesta. Como consecuencia de este extremo adelgazamiento aparecen algunos de estos signos físicos: presencia de piel seca y rugosa, ojos hundidos, caída del cabello o la ausencia de la menstruación. Estos signos se acompañan de algunos síntomas psicopatológicos tales como: estados de tristeza, ansiedad, angustia, irritabilidad o aislamiento social.
Una característica de la personalidad de estos pacientes es el elevado nivel de perfeccionismo y de auto exigencia que mantiene en sus vidas, lo que se acompaña a menudo de una baja autoestima.
Negación de la enfermedad
Esta característica es la que sobre todo en las primeras fases se convierte en el primer aspecto a trabajar con estos pacientes, y en muchas ocasiones también con la familia, ya que resulta difícil asumir el concepto de enfermedad patológica.
Esta enfermedad es una alteración que afecta fundamentalmente a mujeres, nueve de cada diez casos diagnosticados son mujeres en la edad prepubera, puberal y adolescente.
En su origen intervienen muchos factores de tipo biológico, psicológico, familiar y sociocultural.
Pubertad y adolescencia
Estas son etapas del desarrollo evolutivo en los que se producen en el ser humano muchos cambios, tanto a nivel corporal como a nivel psicológico, y en ocasiones la enfermedad parece expresar esa dificultad para integrar esos cambios y para asumir el rol de adulto. También, la existencia en nuestra cultura de una clara sobrevaloración de la imagen corporal en detrimento de otros valores más personales, juegan un papel fundamental dentro del origen de estas patologías.
El tratamiento a llevar a cabo debe ser acorde con la situación clínica de la paciente, coordinando la participación de los distintos especialistas implicados en su tratamiento. Asimismo, la participación de la familia es fundamental dentro del proceso de curación, y aunque son patologías complicadas de tratar, hay que tener en cuenta que el 70% de estos pacientes llegan a curarse completamente, siendo el trabajo conjunto de todos el que va a dar lugar a que esta curación realmente se produzca.